Cuando hablamos del crecimiento y desarrollo del niño muchas veces se suele pensar que son lo mismo, nos referimos a un bebé grande y robusto como «bien desarrollado» y aunque son términos estrechamente relacionados estos no son lo mismo y se evalúan de forma muy diferente.
Cuando hablamos de crecimiento nos referimos al incremento del número de células que conforman el organismo y ello se traduce en el incremento del peso y la talla en este caso, del niño. El crecimiento lo evaluamos mínimamente tomando el peso – talla y contrastándolo con un patrón de referencia que se refleja en las curvas de crecimiento.
Estas curvas de crecimiento han sido ampliamente estudiadas por la Organización Mundial de la Salud llegando a la conclusión que no existe mucha diferencia entre unos niños y otros, independientemente de la genética, el nivel económico o el lugar de procedencia por ello indican que, siempre que los niños reciban condiciones adecuadas de salud y nutrición tienen el mismo potencial de crecimiento.
La definición de desarrollo abarca aspectos más profundos, relacionados tanto a la maduración en los aspectos físicos, cognitivos, lingüísticos, socio afectivos y temperamentales como el desarrollo de la motricidad fina y gruesa. Una evaluación del desarrollo es bastante más compleja y lo que se evalúa durante los controles de CRED (Crecimiento y desarrollo), son los aspectos más básicos y a modo de tamizaje para identificar posibles retrasos en el normal desarrollo del niño.
Evaluamos el desarrollo físico para conocer si las características físicas corresponden con la edad del niño o adolescente; desarrollo psicomotor, si el bebé por ejemplo, fija la mirada, sigue a un objeto, se sienta, camina, entre otros dependiendo de la edad; evalúa el desarrollo del lenguaje y es cuando el niño empieza a decir sus primeras palabras y los aspectos sociales como la interrelación con otros y el apego con su madre; el desarrollo está influenciado por factores externos como la familia, la sociedad y su cultura, entre otros.
Si bien, cada niño es distinto y cada quien sigue procesos individuales no necesariamente comparables con otros, debemos mantenernos alerta a las desviaciones que pudieran ocurrir en el camino para fortalecer y evitar daños que en especial durante la primera infancia pudieran repercutir sobre la vida futura de ese niño. En tal sentido, es de suma importante acudir a los controles de crecimiento y desarrollo, brindar al niño condiciones adecuadas de salud, alimentación y estimulación positiva para así poder proporcionarle todos los elementos necesarios para explotar al máximo sus capacidades y permitirle a futuro ser una persona con mejores habilidades, mejor salud y mejor capacidad de participar en la sociedad.